miércoles, 10 de noviembre de 2010

Para los indecisos...

“cualquier indeterminación implica la apertura de un abanico de sentido
que se presenta como la opcionalidad cuantificada de posibles determinaciones”.

lo que luego de un análisis posterior puede llegar a ser considerado,
por un evaluador riguroso,  como una falencia en la plenitud de
sentido de un discurso, entiéndase indeterminación tal que roce lo
inexplicable, (lo no asequible, lo inapropiable porque no posee características propias) ,  puede ser (o es muy probable que sea) un sistema de desgarramiento de la atribución de sentido tal que el receptor,
consciente o no, permita la apertura de este abanico en una
multiplicidad impredecible a la primer indeterminación.

sin embargo, cuando menos se enuncian los razonamientos suelen tener un trasfondo lógico más profundo.. lo más asombroso es la funcionalidad ulterior de todo enunciado...
funcionalidad  servil de un contexto que lejos de ser producto de un
entorno objetivo, es absolutamente dependiente de lo que sería un
entorno subjetivo. un complejo de sensaciones co-determinadas por-con dicho entorno objetivo...

cualquier abanico en calidad de experimentable es siempre un abanico
de determinaciones (posibles).que parten de la creencia de una indeterminación
 por lo cual, la existencia de una determinación concretada
no implicaría nada más que la clausura de tal abanico.
la imagen del abanico que aparece como una multiplicidad, es siempre
una multiplicidad de posibilidades, una proyección imaginaria
De discursivizarse (o algún otro tipo de experiencia) alguna posibilidad, el abanico desaparecería como multiplicidad para concretarse en una determinación. Se cerraría. Podemos pensar que la calidad proyectiva del abanico implicaría sólo un desplazamiento de las proyecciones desde un nuevo punto inicial (la apertura de la indeterminación en la determinación anteriormente clausurada)  hacia nuevas posibles determinaciones. Esto sin duda es factible en la medida en que no confundimos el abanico con la experiencia misma.

lo trágico de las concreciones ya sean discursivas, ya sean
experienciales (dónde radica la diferencia?), recae en la
imposibilidad de las determinaciones de escapar a la unicidad.
las determinaciones son siempre únicas, en la experiencia
más aún que en la experiencia discursiva.
experimentar una determinación implica negar el resto de las determinaciones. pero la simultaneidad de las determinaciones, es decir, el abanico, puede existir sólo como proyección, como determinaciones imaginarias, en la medida que el
entorno subjetivo responde siempre a un (punto) único que atribuye sentido, a
un único complejo subjetivo... la experiencia es individual y única...
en la indeterminación inicial del abanico se infiltra la determinación de la experiencia de dicho complejo subjetivo. La indeterminación que posibilita el abanico está parcialmente determinada.
transitar un abanico es en realidad moverse a través de una línea
recta mientras imaginamos un entrecruzamiento de caminos
alternativos.
un camino que nace de una misma subjetividad, es siempre un único
camino, es igual a sí mismo, el entrecruzamiento de posibilidades es
la proyección distorsionada del camino que aparece como origen, la
idea de una indeterminación borra el paralelismo de cualquier otro
camino posible haciéndolo aparecer como diferente a sí mismo, como
ajeno a ese origen...
la lógica del abanico no puede escapar al origen y por lo tanto la
apertura de tal está determinado por éste,
su razón de ser (la posibilidad) hace que éste sistema no sea
experimentable, sino que se presente siempre como una proyección, bien
teórica, bien imaginaria de una entidad originaria.
 el abanico clausura entonces la posibilidad experiencial de lo que crea simultáneamente como imaginario.
Es una apertura imposible de lo posible, dónde lo único que escapa a las determinaciones es el movimiento imaginario del abanico, la creación de determinaciones como origen de lo posible.

un discurso sin embargo, no es cuantificable.la extensión no amplia ni
mejora la funcionalidad del mismo
algo que escapa a lo cuantificable no puede agotarse en
ning.una función. un discurso no sólo abarca lo dicho y el resto, un
discurso no puede abarcar... es siempre un movimiento de posibilidad.
movimiento de posibilidad gracias a (no, a causa de, ni producto de)
la calidad del lenguaje de no poder abordar la experiencia, a la vez
que único posibilitador de la experiencia... no sólo lo dicho... y lo
no dicho... quizás la posibilidad de decir sea lo único que permita la
experiencia. el lenguaje sin embargo, sólo es experimentable  en forma de discursos, de determinaciones...
el lenguaje queda reducido entonces a posibilidad.
la única posibilidad que siendo discursiva es anterior a cualquier discurso ( o vivencia) que aparece como determinación.
la codeterminación del lenguaje y la experiencia, la inabordabilidad
de la experiencia por parte del lenguaje, y la determinación del
discurso hacen ineficaz cualquier intento de funcionalidad del
lenguaje.

Sólo en el discurso el abanico se abre, no como posibilidades, sino como un movimiento proyectivo constante, como el intento de crear la determinación, pero el origen del abanico discursivo parece escindirse. No hay experiencia determinada que asume una indeterminación inicial y proyecta determinaciones posibles, sino una  experiencia indeterminada que intenta en un movimiento proyectivo constante crear una determinación. El abanico se invierte y se vuelve inyectivo.

Y elegir, en este movimiento... es un verbo imposible...
 un verbo imaginario.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Adoquines

Nadie lo quiere creer. siempre nos pasa lo mismo. digo, a los que vemos la sutilidad de la diferencia, a los que aún no entendemos las oposiciones binarias. El tìpico ejemplo, es el de los dìas, ese esfuerzo sobrehumano (aunque en este caso el prefijo se contradice, en una de esas contradicciones que suelen reforzar lo que permanece negado) es decir, ese esfuerzo tìpicamente humano de intentar creer no sòlo que hay un dìa, fundamentado muy sanamente por la astronomìa aunque en este caso, como en escasos casos ocurrirà, el sentido comùn ha alcanzado el mismo conocimiento mucho antes que la ciencia. Pongamos por caso lunes, la ciencia y la doxa afirman que hay dìas, pero el ser humano en un movimiento cultural hasta cronològicamente definido (valga el caso), y màs aùn el ser humano moderno, cree que ese lunes es la generalizaciòn cìclica (eterna tambièn, porque un dìa definido por la sucesiòn semanal no tiene posibilidad de detenerse, la idea de semana claramente escapa al tiempo, y asì, aunque la tierra se detenga, la estructura de los dìas seguirà girando, vacìa ya de horas de experiencia), definida de un segmento de tiempo (un dìa) que se repite sistemàticamente, cada siete dìas, como todos los dìas efectivamente lo hacen en el mismo sistema. Lunes que se presenta ante nosotros como particular y concreto, carne misma de la finitud reglada por distintas pràcticas sociales a la vez, finitud plena de experiencia,  es en realidad el eco de una abstracciòn que se extiende al infinito cuya ùnica esencia es un borde vacìo de posibles 24 horas y que en una comunidad capitalista y catòlica se caracteriza por empezar ese marco tenebroso llamado semana. Asì, precioso Lunes te arrancaron de mis manos, y el recuerdo de mis sensaciones en vos, aparecen ya negadas en el mundo, cristalizadas en mi agenda que en nada se asemeja a eso que juntos vivimos. Discurso, experiencia dìa Lunes trataré de llevarte en mi memoria como si en vez de Lunes tu nombre fuera un beso, la sensaciòn del verano en la piel, o el segundo en que termina una melodía y volvemos a los sonidos corrientes. pero dejando de lado nimiedades sin sentido de esas que cubren al mundo de poesía de revista, salgamos del ejemplo y pasemos al tema que nos respecta, que nos mira con ahìnco.

Nadie me quiere creer: Temperley es una ciudad hecha para niños. y cuando digo que està hecha para niños no lo hago en el sentido que se le da actualmente, de minusvalización de la experiencia infantil, de incapacidad racional ni mucho menos. Digo, porque hoy en dìa la madurez se plantea en tèrminos racionales, y la racionalidad como construcción  exige el aprendizaje de ciertas convenciones, regularidades, formalidades que lejos de relacionarse con una maduraciòn detienen, estancan y estratifican toda posibilidad de crecimiento. El crecimiento es un recorrido sin direcciones, un movimiento expulsivo, desde el niño hacia el mundo, que lejos de crear un recorrido acumulado de experiencias es sòlo el movimiento permanente que lo define, que lo realizan en un mundo de sentido.  Por ejemplo, eso que los adultos llamamos imaginación, característica de la franja etárea más colorida, es en realidad movimiento. Si, un movimiento de atribución de significado, simple, sencillo. Movimiento que se detiene cuando ya hay reglas que suplantan el esfuerzo, fórmulas que hacen la cuentita por nosotros, cuentita que también podría ser experiencia, discursiva, matemática, da igual. imaginar es atribuir sentido sin la fórmula que la adultez nos provee.  Pero si tuvieramos que pensar la madurez según la experiencia, es decir no como un cúmulo de experiencias vividas, sino como una medición  intensional de la pluralidad de la experiencia, sin duda el esfuerzo constante del niño le daría una madurez que el adulto con sus fórmulas inhibidoras de experiencia no podría alcanzar en años.Otra vez en la copa del árbol, mejor dejamos atràs detalles menores de este mundo y nos acercarnos al problema real: porquè nadie ve las diferencias particulares las calles de temperley.y aquí hago el esfuerzo del niño, de qué otra forma reconstruir para ustedes aquellas sensaciones que las calles nos ofrecen en la planta del pie, porque hasta donde la adultez me ha alcanzado todavía no he conseguido ninguna convención que me devuelva un término acorde a ese cosquilleo adoquinado debajo de la suela de goma.

nadie quiere creer que los adoquines del barrio inglès estàn hechos de peluche. Bueno, eso no importa, lo que me preocupa es que vean adoquines como lunes, todos igualitos, uno al lado del otro como si fueran el mismo repetido al infinito.Quienes construimos los barrios del sur sabemos el trabajo que implica darle terminación de piedra a un peluche y lograr que mantengan un orden estable. Estos animalitos a simple vista tan tiernos suelen ser bastante tercos, no al modo de la terquedad humana donde el cajero de banco quiere ser rock star y el profesor poeta.Ellos son felices con cumplir el rol de adoquines. No, su terquedad es màs madura, es decir, es movimiento constante. y ellos son movimiento constante, dios sabe que no miento y si no, yo también lo sé. Todas las madrugadas junto con los otros poetas y escritores de Temperley nos distribuimos las calles inglesas y empezamos la tarea. Los adoquines ya reconocen nuestras plantas y siempre nos hacen comentarios amables, a veces demasiado sinceros para los paràmetros de la moda y el consumo, acerca de los calzados nuevos, nos advierten del peligro de los cordones desatados y suelen referir a las caìdas graciosas de algunos transeúntes diurnos. También nos cuentan de los casi accidentes automovilísticos que tanto los alborotan. Por suerte las calles del lugar son muy tranquilas, al menos desde que tengo memoria, no me contaron ningun fallecimiento por un choque inútil, eso los sumergiría en una tristeza tan profunda que sería imposible transitar por el barrio extranjerizado, la tristeza los inunda literalmente, Una muerte injusta significaría transformar Londres en Venecia. Ellos no logran entender la idea de perennitud que tenemos otros seres, jamás se ha visto, al menos en temperley, morir a un adoquín. A la inseguridad están más acostumbrados, tampoco comparten mucho la lógica humana así que los robos y asaltos frecuentes les causan más indignación que miedo. Son seres muy frágiles como conejitos recién nacidos, y todas las noticias del mundo superior los aflige sobremanera. Es por eso que evitamos mantener conversaciones que puedan alejarlos de sus preocupaciones típicas de adoquín. Decidimos no ponerles nombres, alguien alguna vez sugirió llamarlos como los planetas y una vez que se acabaran los nombres de planeta empezar la secuencia de nuevo y reconocerlos según la fila y la columna que ocupara cada uno. Instantáneamente objetamos que eso no era propio de la lógica de los adoquines e iba bastante en contra de la de los poetas así que el pobre señor con iniciativa de ingeniero tuvo que acostumbrarse a la diversidad.
Más que un ser, cada adoquín es una experiencia en carne viva, obviamente cada uno tiene su personalidad, pero si a su constante inquietud le ofrecieramos un lenguaje nominal sería inabordable transitar una calle, su espíritu de debate los haría formar cualquier cosa, una nube, un suspiro, una oreja antes que una calle.  Para nosotros sería una de las mejores cosas que le podría suceder al mundo, pero cuando nos asignaron el trabajo lo único que nos pidieron como condición es "mantener el sentido", ¡con lo que cuesta! Cabeza gacha, censuramos la imaginación y les prohibimos el don de la palabra.
Antes de darles aspecto de piedra tenemos primero que darle instrucciones. Diariamente les recordamos que tienen que acomodarse uno al lado del otro, a la misma altura, con la misma tensión, eso no es difícil, saben hacer su trabajo, y ya están acostumbrados a levantar sus bracitos con fuerza para soportar el peso de los autos.
El problema, como todos los problemas, es claramente emotivo. Su temor natural a los perros callejeros y sus peleas absurdas con los gatos son sólo el despertar. Día a día tenemos que convencerlos de que hagan lo correcto y no se dejen llevar por esas corrientes internas llenas de vida, que ante una emoción muy fuerte, podrían quebrarlos y romperlos en pedacitos. Por suerte todos los adoquines son asexuados, así que nuestra tarea se simplifica casi en su totalidad, para ellos las confusiones amorosas son mucho más sinceras que las nuestras, en eso hasta podrían ayudarnos. Sin embargo el problema mayor es cuando intentan ayudarnos, no a nosotros digo, sino a aquellos adolescentes que juegan al amor en su superficie. Hagan la prueba, robenle un beso a su amado/a sobre los adoquines de temperley, ellos saben medir la intensidad del amor, y según ésta es que actúan.  Se pasan toda la noche debatiendo sobre las categorías del amor, sobre lo imposible, sobre la capacidad humana de echarlo todo a perder, sobre el deseo, sobre la rutina, sobre la ambición. Ellos desconocen todo eso, o lo conocen de otro modo, aún inimaginable para mí.
No crean que enloquecí, debaten en el lenguaje de los adoquines, debaten de la mejor manera que se puede debatir, sin palabras. Lenguaje que aùn manejo muy poco, es decir, cuando están halagándome por el calzado lo siento como un dulce cosquilleo en las zapatillas, si no les gusta al ratito me duelen los pies. Suelen entender lo que pensamos, lo que sentimos, pero no captan una gota de ninguna gramàtica.Las instrucciones yo las pienso como escenas de cine o escenas que viví, así cuando les digo que no teman a los perros recuerdo la sensación de estar acariciando a Afrodita cuando aún era cachorrita. Ojalà entre humanos pudieramos tener este tipo de comunicación netamente experiencial. Pueden sentir  las cosas que tan sólo  imagino, por suerte eso nos ahorra muchísimas horas de trabajo semiológico.
El amor es para ellos la experiencia por excelencia. Es por eso que cuando dos personas se aman pisàndoles la cabeza es cuando deciden reaccionar. Yo aún no tuve la oportunidad de comprobarlo pero sé que en un acto de protesta hacia la estructuralidad vacua que tienen que vivir, se rebelan, se quejan, reclaman lo mismo para sí. Allí donde el amor se ha entregado sobre ellos, allí, forman un pozo.
Todas las mañanas les explicamos que el amor los podría quebrar, y en una mentira que se nos debe notar a los amantes de la poesía, les decimos que el amor no es gran cosa, que no lo ejercemos, que nos aburre, que es tensión disfrazada de felicidad.
Y con una sonrisa cómplice de besos nocturnos que se ven en el piso terminamos nuestro trabajo. A esa hora, cuando ya se empieza a ver el peluche de sus cabecitas y las calles parecen un colchón de lana gris lleno de pocitos,les pasamos el cepillo en contramano y luego el aerosol que los cubre con esa película imitación piedra, casi indistinguible al ojo humano.
Y nosotros, los trabajadores de la ficción, amanecemos con la alegría y la seguridad de que el amor además de ser incompatible con los autos. existe, al menos en algunas calles de temperley.   

viernes, 1 de octubre de 2010

en Bicicleta

M Fernández al mil. 34°39'Latitud sur,58°23 longitud oeste. a 11 cuadras del nacimiento de la calle si es que nace por parto normal y no sufre alteraciones de la edad en la numeración. el extremo oeste del barrio de temperley. un espacio común para el estándar del conurbano, casas bajas sin pintura, mucho pasto, algunos árboles, bastante tierra, mate en la vereda y autos a 10 km por hora.Transportes "el milagro". Ocurrió una tarde, una hora antes de la hora en que ese día se puso el sol. acordemos aquí entre nosotros dos, las seis y cuarto de la tarde, dieciocho y dieciséis dirían los relojes modernos, los más exactos, por ende los más mentirosos, y tres segundos. ese día el sol no había salido, no en temperley, que estuvo cubierto de nubes casi toda la tarde. no es que nos hayamos levantado con una neblina espesa de esas que no dejan a uno distinguir el humito que se forma con el aire frío al respirar las mañanas de invierno en las que no debería estar permitido salir del horizonte del acolchado hasta las nueve de la mañana y ocasionalmente las diez, del aire común, de modo que nos damos cuenta que el aire común está lleno de eso que llaman neblina, visibilidad 10 km. no es que mi capacidad creativa se reduzca a 10 km, pero evidentemente ser realistas en nuestra ficcionalidad diaria implica tener algunas nociones básicas de kilometrajes, eso y que el informe metereológico evidentemente no está hecho para peatones porque sería mucho más fácil decir visibilidad: una cuadra o casa del vecino, y los dos meteorólogos egresados anualmente en el país no tendrían que pasar seis años de su vida aprendiendo a manejar maquinaria para la precisión.Pero visto y considerando que la felicidad obsesiva de dos personas al año valen más que la complicación burocrática de replantear las ciudades hechas para conductores y crear una ciudad peatonal, de esas que inclurían carteles diciendo "velocidad máxima una cuadra cada 40 segundos" y "prohibido circular en bicicleta por la vereda". carteles que podrían incluir epígrafes extensos ya que el peatón dispone de bastante más atención que los conductores, los verdaderos destinatarios de todo cartel actual. Epígrafes que podrían contar cuentos o noticias de esas que parecen telegramas digitales que ofrecen subtes y algunos colectivos cuando recuerdan que dentro del espacio de los conductores a veces hay peatones viajando. Pero a la hora del atardecer el sol se dejó ver entre las nubes y un rato antes la resolana me había traído los anteojos de sol a las sien. 
Ahí, delante de los anteojos, arriba de la bici, cruzando la esquina oeste de m fernandez al mil ocurrió lo inesperado, aunque lo inesperado suele ser todo. en un principio tuve que acomodar mis esperanzas semiológicas para poder creer lo que se presentaba ante mis anteojos espejados, saber si realmente coincidía con lo que estaba viendo, por lo que en un movimiento parcialmente inconsciente bajé la pera hasta el pecho y posé la mirada por encima del marco anteojado.
Efectivamente era cierto, plantado en la segunda esquina izquierda, si uno va caminando de frente al este, y si fuera en la dirección opuesta, en la primer esquina de la derecha. Ahí estaba, imponente, eterno, cortando en mil la mediocridad del cielo, riéndose de la simpleza del cemento, del hastío de los vecinos, riendose de mí.

allí, perdido en un barrio común del conurbano, el pino más perfecto del mundo.no lo quise creer.sobre ruedas. no lo creí.

jueves, 23 de septiembre de 2010

la forma del silencio

partimos de una palabra
cualquier palabra, ninguna
es capaz de ser cualquiera.
primer supuesto.
una palabra con su historia
y con su entorno objetivo
tercer supuesto.
dicha palabra, 
necesariamente pro-e-nunciada
en un discurso
cuarto.
pongamos por caso este,
es silencio.
abismo semántico.


suponemos entonces el silencio. como si realmente existiera. como si las palabras fueran un no silencio y como si existiera una experiencia diferente a la palabra que llamamos silencio, por ponerle una palabra a la no palabra. acordamos que el silencio es el lugar o el instante de la no palabra.y pobre silencio en una doble proyección significa lo que su significante niega. es así que el silencio se nos entrega.
disfrazado de su negación para darnos tranquilidad semántica
dormimos en paz
y entre sueños, entre sueños el silencio se evidencia. se nos entrega ahora pleno. en la actualidad que lo libera de su espacialidad, de su temporalidad discursivas, se nos revela ya no como el límite de lo vacío, sino como el contorno a definir, no sólo espacio de lo pleno, sino su posibilidad.
la forma del silencio excede al discurso. lo atraviesa.las palabras no escapan al silencio. todas lo contienen más que a sí mismas, lo proyectan, lo insinúan. son labios que lo provocan,  el vidrio del espejo en que esos labios se miran.
la palabra y la no palabra contienen las mismas texturas.el límite es por lo tanto una formalidad. una convención? de ninguna manera.
el silencio es aún más coercitivo que la palabra, aún en su indeterminación que aparenta libertad.
un silencio es siempre un silencio entre palabras, pero ellas son asequibles, son discutibles, son constructibles.  la forma del silencio es una cárcel llena de posibilidades, pero posibilidades dependientes, desprendidas de un discurso, atrapadas en él.

el silencio está lleno de palabras.
las más graves, las no enunciadas
las que doy a entender.
peor aún, las que imaginas.

manejar el silencio, darle forma,
uno de los mecanismos más peligrosos
o el único espacio para la belleza.

Que mis labios en tu nombre se silencien.
que los labios del silencio tu boca no me nombren
que el silencio no tenga tu forma
que un silencio no te nombre
que mi nombre en cien labios te sil en cien...

lunes, 20 de septiembre de 2010

gracias

La imposibilidad de abrir una puerta
y (de) decir gracias


hay cosas que sólo son posibles en el lenguaje y ciertamente contradictorias a ese plano inseguro que escapa al lenguaje (llámemoslo realidad? de ninguna manera, si hay algo fuera del lenguaje no tiene que "ser" -tiene que no-ser algo real, en la medida que lo real existe, se corporiza o incluso se recuerda, se encadena, tiene historia), llámesmolo, por convención ya que este fragemento no fragmentario no se cierne sobre "lo real" sino sobre el (no: las) "gracias" ) reitero llamesmolo el plano de la actualidad, en la medida que no se fija en ningún espacio-tiempo (en ningún lenguaje, ¿en la memoria?) sino que sólo existe (no es) en su actualización...

hay cosas que sólo existen en el lenguaje y que su relación con la actualidad a la que refieren es en sí una contradicción... o su total imposibilidad.
es el caso nefasto de abrir una puerta...
hoja, bisagra o marco... cuál es el afuera o el adentro de una puerta... es la apertura una cuestión geométrica, es un ángulo de 90°, y si en el grado cero la puerta se encuentra sin llave sigue abierta? es el marco un contexto necesario? existen las puertas sin las paredes o son tan sólo hoja marco bisagra hasta que su inserción en el sistema las hace puertas...
cuál es la actualidad del abrir... sin un sustantivo "cerrado" que sólo puede existir en el lenguaje?
nada en la puerta se abre... abrir es un movimiento imaginario...
como decir gracias...

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Cordónde

Escribir.

Este verbo que parece performarse en este momento, aquí entre nosotros, es uno de los únicos verbos aún capaces de causarme vértigo. quizás miedo, aunque el miedo tiene forma de experiencia, esté pleno o no... es distinto. escribir es una duda... es un verbo imperfectible... una eternidad que se propaga, que estalla y se transforma en aire, se libera, en el momento mismo en que se hace asible deja de serlo.
porqué escribir entonces, en una carrera de ensueño hacia ese horizonte que se borra, porqué intentar dejar un rastro de este movimiento que sin duda nos excede... porqué dejar hablar a aquello que nos habla... que se aparece como un otro que podría ser un yo vacío, que se articula a sí mismo y nos supera... ojalá entre ustedes haya un instante en el que se presente todo aquello que yo aquí estoy muy lejos de entender... pero quizás, quizás lo esté leyendo...
porqué creer que afirmo algo? de seguro que mi personalidad escapa a mis palabras, que si hay algo que puede llamarse mi ser nunca será ni siquiera comparable con aquello de lo que está hecha mi escritura. como si la vida o la muerte compartieran la misma dimensión de la escritura... como si por estar muerto dejara de producir significado o como si significar fuera algo separable de la vida. sin duda esto es algo parecido a una prórroga de mis días, si yo fuera esto. yo soy una prórroga de mi muerte, como todos. y en el transcurso es inevitable querer escaparse del significado, hacer de cuenta que los días se suceden y nosotros no escribimos nuestra conciencia, o ella se escribe a sí misma mientras actúa. como si aquello que vivo y aquello que pienso pudieran si quiera aproximarse, como si el mundo mismo no quedara entre medio de estas dos dimensiones, y luego como si la escritura no fuera un suplemento que articula y se inscribe en otra dimensión, donde ya no somos dueños de lo nombrado y como si lo escrito fuera distinto de la experiencia.
lejos de crear mi identidad estas palabras, todas, no se cansan de borrarla, de llenarla de figuras que son exactamente lo que yo no podría ser jamás. no hay gesto más político que la escritura, no hay forma de nombrar sin luchar por la apariencia de pertenencia. nombrar es nuestra forma de apropiarnos de la experiencia, de autoconvencernos de que es asequible, que es comparable a nuestra condición pensante. sin embargo escribir excede a la apropiación, donde todo se presenta como sereno. escribir es politizar la experiencia. es dejar que se infiltren nuestros espectros de pensamiento que están atravesados por la historia (llamémoslo ideología, pero sólo por un instante), aspectos que podrían ser asumibles en una estructura terminológica de ideales, pero que al nivel de la experiencia, nos conforman sin que siquiera lo podamos diferenciar de nuestra forma de pensar y que entran solos en la escritura, evidenciando su estado permanente de oposiciones y rechazos, de imbricaciones, de pugna.
escribir es desnudar a la experiencia de la apariencia pacífica en que  creamos nuestro mundo. es arrancarle la piel e ir diseccionando los órganos, apretar las venas para sentir el pulso tibio.escribir es levantarme hoy a la mañana y escuchar la radio. es recordar lo que soñé. es tomarme esa aspirina que me olvidé de tomar. es la sensación del agua fría en la garganta aún cerrada y el sabor ácido de la pastilla que se fue pegando como una arenita al paladar.es mover siempre primero el pie derecho, o el izquierdo, mirar los cordones y tener miedo de que estén desatados porque mamá solía decir que era muy peligroso, que le hiciera doble nudo porque me podía llegar a caer... al principio no le creí. aquel día, del año 97 aunque podría haber sido hoy, esa mañana casualmente me olvidé de hacer el segundo nudo y arrastré el moñito por todo el barrio. pensé que cuando terminaba el primer lazo, los cordones formaban la misma figura en forma de v corta con la que me habían enseñado a dibujar las gaviotas y me pareció que hacer un segundo nudo hubiera sido como agarrar las alas de una gaviota, que podría haber sido la Gaviota de un nene, otro nene que en vez de tener un perro como (mi) Kolosías tuviera una gaviota que se podía llamar Eureka. me imaginé que el dueño de Eureka debía vivir cerca del mar, porque sino sería complicado tener una gaviota, aunque nunca ví una pero en los cuentos aparecen siempre volando en el lugar donde yo me imagino palomas o patos que papá dice que son gansos. Me pareció muy mal tener que agarrar las alas de Eureka apretárselas, estirarlas como si fueran chicle de menta, cruzarlas y pasar una debajo de la otra como si fueran dos personas bailando folklore en el acto de 25 de mayo que sería la semana próxima. así que en nombre de la patria y de Eureka que quizás tenga que ver con la patria pero dicen que no con la patria de acá que no usa esas palabras sino que se pone escarapelas, que son celestes y blancas, decidí no hacer el segundo nudo y liberar a ambas, a la patria y la gaviota, aunque las palomas las vamos a soltar el 9 de julio.
cuando me levanté, de todas formas sentí esas cosquillas de la desobediencia, pero como mi causa era justa pensé que con tener cuidado de que los globitos del moño no se enganchen en ninguna baldosa floja, o que un perro me muerda el cordón y me tire al piso. porque si hay alguien que puede ser el mejor amigo o el peor enemigo de un chico ese alguien sin duda es un perro. salí corriendo.
en el colegio según aprendí más tarde las horas pasaron normalmente, es decir, no faltó ninguna maestra, no se lastimó nadie así que no vino ninguna ambulancia, nadie se manchó el uniforme con témpera ni desapareció una mochila, ni pintamos afiches, ni Lucía trajo su juguete preferido, ni la directora dijo una mala palabra, ni me confundieron con Martín, ni me preguntaron cómo me sentía ni otras cosas que son tantas que me da miedo tener que pensarlas porque yo creo que no se acabarían nunca, pero que podría no poder acabarlas y antes de eso podría ser como mi abuela. pero fue un día que todos llaman normal pero yo no lo entiendo. las maestras vinieron en el mismo orden de todos los martes, pero María Cecilia no trajo el pelo atado con la colita celeste sino que tenía una cosa rara de plástico que a mi no me gustó tanto como la vez que se puso una vincha. Patricia estaba rara. parecía que se había quedado dormida y la mamá no le hubiera hecho el chocolate, y tenía debajo de los ojos como arrugadito y de color negro. miraba como cuando te están retando y te hacés el que no escuchás nada. o como cuando mamá se peleó con papá. pero las seños nunca se pelean con los papas y los papas siempre las tratan muy bien y las defienden hasta cuando yo sé que no tienen razón y fueron muy injustas. así que pensé que no había comido bien y cuando se acercó a mi banco le ofrecí un caramelo de banana que tenía escondido en la mochila porque es el que más me gusta y se lo dí con una sonrisa pero sin decirle nada porque iba a pensar que estoy loco si le digo que hoy no desayunó y sería muy largo de explicarle porqué no había desayunado. ella lo agarró con otra sonrisa y lo dejó arriba de su banco que se llama escritorio y no lo volvió a mirar hasta que tocó el timbre y se lo olvidó. El caramelo lo agarró Florencia que es una nena que siempre está mirando por la ventana y nunca hace la tarea de matemáticas y la seño la reta y a mi me dan ganas de defenderla porque es mucho más lindo buscar formas en las nubes que pedirle manzanas a la columna de al lado, pero como cuando la maestra le pregunta qué era lo que estaba haciendo ella no responde que acaba de encontrar un elefante o un soldado volando en un dragón sino que mira la hoja y hace como que está sumando con los dedos, entonces quizás no necesita que hable por ella. y como Florencia parece una chica tan rara como yo no me molestó que se comiera mi caramelo, aunque sí me molestó que tirara el papel al piso porque después viene Carolina de dibujo y nos reta a todos. así que agarré el papel hice una bolita y jugué al basket de tacho que es mi preferido porque no tengo donde jugar basket. A Carolina me olvidé de mirarla porque cuando abrió la puerta yo ya tenía mi carpeta abierta y estaba pensando qué dibujar y en eso mi compañero me dice que había que dibujar algo para pegar en el acto del 25 que tenga que ver con el país y como no se me ocurría nada copié el dibujo de la moneda de 25 centavos que tenía en el bolsillo que parece que los chicos de sexto conocían porque estaban haciendo maquetas con la misma forma y eran amarillas y rojas y otras todas blancas. yo lo pinté de color celeste y verde porque así aparece el mapa del país que tenemos colgado al lado de la puerta.
después no me acuerdo bien que pasó pero supongo que tocó el timbre número 5 qué es el que dice que nos vamos y seguro salimos y saludamos a la directora y nos fuimos.  y ya estaba caminando de nuevo para casa. cuando cruzando la calle me dí cuenta que una de las gaviotas se había desparramado y ahora parecía un hilito de baba como de babosa colgado de mi zapatilla. decidí atarlo rápido antes de llegar a la otra vereda y que el semáforo se pusiera verde de nuevo, total mientras estuviera en las bandas blancas de la senda peatonal que en inglés me dijeron que es una zebra pero para mi no se parece ni un poquito a una zebra, para empezar porque las zebras tienen líneas finitas finitas y todas dobladas y no con forma de rectángulo largo y porque además las zebras son blancas y negras pero hay sendas que  a veces son amarillas y el cemento de la calle es gris oscuro pero nunca negro. cuando terminé el moño me pareció escuchar un grito y un ruido como agudo como un chirrido de puerta o un llanto de perro bebé. y después sentí olor a rúcula y vi el auto que giraba como giran en las películas y venía para donde yo estaba.